02/02/2005

Se lo trago la tierra.

Lucía corría apurada por las calles polvorientas del pueblo, se había demorado más de lo calculado dándole instrucciones a la vecina sobre el cuidado de sus plantas y la alimentación del canario. El colectivo estaba por salir, y no podía dejar de tomarlo.
Corría agitada, transpirando con el bolso sobre la espalda, ya considerando tirarlo a la vera y viajar con lo puesto, después de todo, siempre es divertido comprar ropa nueva...
El colectivero, que ya conocía a todos los del poblado, contó los pasajeros y vio que aun faltaba alguien; el del puesto le comentó que era “la Lucía” la que faltaba, y él, galante por demás, le concedió unos minutos para ver si llegaba.
Apareció tras la esquina, bufando y trastabillándose, levantando una mano y gritando, ¡Ahí voy!, ¡Ya llego!
Subió agitada, sin poder hablar, el conductor coloco su bolso en un compartimiento y salto a su silla junto al volante y partió, dejando rápidamente atrás las luces del pueblo....

En la ciudad la esperaba Cherry, su amiga de tantos años, que aprovechaba a visitar cada vez que podía, charlaban mucho, hasta que el sueño las vencía, porque en la ciudad, ¡Sí que pasaban cosas!


Hace falta que esté yo. Un testigo del destino, alguien de fuera, observador de los sucesos, para poder seguir con esta historia. Sin mí, la historia quedaría así. Sin más. Porque jamás llego Lucía a destino. Porque ni siquiera a pesar del teléfono que recibió Cherry el día anterior, solicitándole alojamiento en la habitación de huéspedes, ni los planes apurados antes que se corte el llamado, sirvieron siquiera para que Cherry levante una ceja, y pregunte intrigada ¿Que pasa que no llega Lucía? el mundo completo ignoró a todos estos pasajeros, como si nunca hubieran existido. Una conjunción macabra pensaban algunos, después de estudiar el caso.
Los primeros en percatarse del fenómeno fueron los que en la ciudad debían tomar el ómnibus, esperaban y no aparecía. En la oficina de administración de la empresa de transportes no podían constatar quien era el conductor de ese vehiculo. Muchos meses después, en la fiesta anual de empleados, todos los chóferes se miraban, sabiendo que uno faltaba necesariamente, pero no sabían quien.
Y de todas las casas donde faltaba alguien, su pasado se acomodó de tal forma que cada familia tenía otra historia de la falta. Que muchas veces desapareció junto a su historia a su recuerdo y memoria.

¡Que Interesante! decía Cherry, mientras miraba la noticia en televisión, comiéndose el postre que preparo durante la tarde. Ella, aunque no reciba visitas se preparaba siempre una cena para dos, y la mesa con el mantel bordado que tanto la vestía.