05/01/2005

Un cuento katziano.

Las pesadillas que lo atormentaban, consistían casi invariablemente en pérdidas, en ilusiones y planes frustrados; como cuando después de tantos años lejos de sus amigos, vuelve al terruño en una escapada aprovechando que su empresa lo había enviado a Buenos aires; pensó en no desperdiciar la oportunidad de su medio día libre para hacerse un vuelo relámpago a la tierra de la niñez; desde el aeropuerto toma un taxi y apenas suelta la dirección al chofer, se queda embelesado, mirando un paisaje tantas veces avistado en su memoria, y ahora rápidamente ajustándose a las pequeñas discrepancias con la realidad, que con el progreso, y el deterioro en algunos casos de edificios no muy cuidados, le demarcaban su ojos entusiasmados.
Imaginando los momentos inminentes, la cara incrédula de Carlitos al abrir la puerta y encontrarse frente a frente, después de tantos años; el probable abrazo infinito para enjugarse los ojos vidriosos de tanto desencuentro… cuando el ruido sordo del estampido de un neumático, lo extrajo de esos pensamientos. El auto estaciona a los tumbos, el conductor dice “Pinchazo” y sale rápidamente del auto... Pasan minutos y el tiempo fluye con el agrio sabor del nerviosismo del que ya no aguanta la espera, sale del auto para ver que sucede, el auto esta con el críquet puesto, y sin la rueda. Ni noticias del conductor...
La pesadilla se desarrolla de forma incoherente, manchas de grasa en la cara, frió, o demasiada calor, transpiración; la perdida de las maletas al alejarse del coche, con dos ávidos niños que huyen con su motín, pero lo mas importante, que las pocas horas que tenia destinada de su viaje relámpago para cumplir con un ansiado sueño, desaparecen con nuestro héroe sobre el avión de vuelta, sin haber podido avistar siquiera el centro del pueblo.

Después de tanto años como reservista en el ejército; de haberse sentido útil en algunas oportunidades, y con esos encuentros anuales con otros veteranos, finalmente le llega la invitación al acto de fin de reserva. Es la última oportunidad de encontrarse con esos amigos que de a poco le sirvieron para sentirse en familia en un medio tan inhóspito y singular como puede ser el servicio militar de reserva. Después de empezar a conocerse, y de a poco conocer los intereses y hobbies de los otros, empezaron a armar conferencias guiadas por las diversas especialidades de los integrantes del grupo, cómo funciona la economía de inversión en bolsa de valores, sus riesgos. El agricultor expuso los diversos tipos de plantas genéticamente alteradas para maximizar la producción, los de computación comentaban las expectativas futuristas de la ciencia, hasta un detective había, que explicaba como observar sin llamar la atención. O como descifrar cosas con solo observar el contenido de un tacho de basura.
Y así es, el día tan deseado se acercaba con sentimientos mezclados; se acabaron esas interrupciones a la rutina familiar, no mas dormir mal en un auto, o de tener turnos de servicio de 16 horas seguidas, no más tener que usar esa ropa áspera verde oliva, curiosamente almidonada y dos tallas mayor que la de uso normal, ni botas pesadas con kilómetros de cordón para atar. Pero también, se acababa esa fraternidad. Y en el camino se fijaba que no sabía el apellido de ninguno de ellos, ni su numero telefónico. Hoy seria la última oportunidad para conseguirlo, pero solo de los que acudieran al encuentro.
Estacionó el auto en el estacionamiento externo a la base, en la garita de entrada aguardaba un soldado centinela, que le pidió documentos y lo increpo a donde iba. "al acto de liberación del servicio de reserva" dijo con tono alegre calculando que el centinela aun no había terminado su servicio obligatorio y ni soñaba aun con llegar algún día a eximirse por completo. Y eso, ¡él lo conseguía mucho antes de cumplir los cincuenta!
Caminando dentro de la base, siguiendo las flechitas que indicaban "Al acto ->" saboreaba cada paso, sabiendo que es la última vez que pisaba allí. Que sus ojos (ya que estaba prohibido fotografiar en la base) serian los responsables de captar el máximo de detalle, de las imágenes que marcan los fines de esta etapa
Llegó siguiendo las flechas a una carpa, vacía totalmente, con restos de bebidas y vasos volcados. La fatalidad jugo otra pasada,
Ni chizitos pudo probar.
Ya de vuelta, después de reprogramar el viaje dándole algún otro sentido; y siempre con el provecho de disfrutar lo que se vive, Katziano esta contento de haberse ahorrado ver la decadencia y de escuchar el agradecimiento forzado de algún oficial desconocido y jovencillo; dándole el reconocimiento por sus 22 años de servicio a la defensa de la nación.

Dani.